17 febrero 2007

de Quiero escribir pero me sale espuma : Fragmento

Este libro es para Claudio y Marcio Sainz


Vivía entre impulsos y arrepentimientos, entre avanzar y retroceder. ¡Qué combates! Deseos y terrores tiraban hacia delante y hacia atrás, hacia la izquierda y hacia la derecha, hacia arriba y hacia abajo. Tiraban con tanta fuerza que me inmovilizaron. Durante años tasque el freno, como río impetuoso atado a la peña del manantial. Echaba espuma, pataleaba, me encabritaba, hinchaban mi cuello venas y arterias. En vano, las riendas no aflojaban. Extenuado, me arrojaba al suelo; látigos y acicates me hacían saltar: ¡arre, adelante!

Octavio Paz: Un aprendizaje difícil


¿Qué lenguaje es éste, querido amigo? ¿Qué lengua está usted hablando? ¡Explíquese! ¿Idénticos, sinónimos, similares, analógicos? ¿O bien pastiches, simulacros, trampantojos? ¿Reproducciones, facsímiles, réplicas? ¿O bien imitaciones, mímicas, parodias, disfraces, caricaturas, plagios?... Incluso contrahechuras, simulaciones, embustes y por lo tanto, ilusiones, trampas, mistificaciones. ¡Isomorfas, isotermas, isobaras! Equivalentes, equiláteras, equívocas. Griego, latín, lenguas madres, vale decir cabronas redomadas ¿en qué red nos atrapan al perpetuarse o haciendo como si, a través de nuestra lengua?

Serge André: flac (Traducción de Tamara Francés y Nestor A. Braunstein)


--Sí, una frase de Nabokov: “Dormía sobre el lado derecho para no oír su corazón... Una noche había cometido el error de calcular (atribuyéndose otro medio siglo de existencia) cuántos latidos le quedaban aún, y ahora la absurda rapidez de la cuenta regresiva le irritaba y aceleraba su ritmo haciéndole sentir que se moría.”

--¿Se trata del tiempo?

--El tiempo del Tiempo. El Aion.

--¿El qué?

Philippe Sollers: Le coeur absolu


Y si pienso, de igual modo, en la influencia deprimente que en toda mi formación tuve lo que recibí de educación católica –sobre todo la noción de ‘fruto prohibido’, y más aún, la de ‘pecado original’ (con la cual, incluso después de haber roto intelectualmente con ese tipo de prejuicio sé muy bien que sigo obsesionado)—me explico con bastante claridad el sentimiento de culpabilidad (ya no ‘escondido’, como el que descansa en las representaciones infantiles relativas a las posibles consecuencias de la masturbación o de los deseos de incesto, sino en cierto modo ‘efectivo’) a raíz del cual la “confesión” ejerce en mí una imperiosa atracción –por su lado humillante, unido a lo que implica simultáneamente de escandaloso y exhibicionista--.

Michel Leiris: La edad del hombre (Traducción de Glenn Gallardo)





DESPUÉS DE BUSCARLO durante un par de horas, siempre en los alrededores de la Columna de la Independencia y la Embajada Norteamericana (Zona Rosa, Colonia Cuauhtémoc, Melchor Ocampo), lo encontré en el vestíbulo del cine Latino recibiendo cambio por algo que acababa de comprar en la enorme y circular dulcería. Él no podía verme. Y al mirarlo nadie diría, nadie podría decir, que se trataba de un joven escritor aún sin libro publicado, pues nada lo denotaba. El escritor sin su obra, “forma suprema de lo sagrado”, diría Barthes, “la señal y el vacío”. Pero en fin, decía que para él, desgarbado, inquieto, contento, yo era invisible, improbable, inimaginable, aunque por un momento llegué a dudar pues noté en su rostro, no muy dado a toda clase de expresiones, algo así como cierto asombro. Pero no era por mí, sino por alguien que se acercaba detrás de mí, que lo saludaba e interrogaba. ¿Has visto a Sarah? En su mirada vi entrar el recuerdo de la hermosa Sarah (deslumbrante, grácil, lánguida, sensual, curvilínea, quemada por el sol, casi mítica). Aunque creo que la pregunta fue otra. ¿Conocía a Sarah? Y sí, pero no, contestamos al mismo tiempo o casi al mismo tiempo, ya que no puedo evitar repetir simultáneamente lo que dice, y a veces hasta me adelanto a lo que dice. Entonces el hombre (que era un poeta de provincia), siempre de espaldas a mí, describió que Sarah era su amante antes de que se casara con otro, y que él la había desvirgado. Había mucho ruido alrededor, voces, gente cruzando. Sí, desvirgado. Bueno, y que él sabía que éramos amigos de ella, bueno, el escritor sin libro publicado, y que inclusive nos vio en su boda, bueno a él, al escritor que todavía no. Y lo que ignorábamos era que el esposo de Sarah organizó reponer el himen perdido. (Himeneo meo dijo el gato miau.) Sarah y el poeta no se habían podido volver a ver durante seis meses o más, y cuando el poeta volvió a verla saboreó que el marido nunca se había atrevido a poseerla sexualmente. Ella se lo contó. El poeta provinciano logró desvirgarla de nuevo, como les corresponde a los poetas, y se fueron a vivir los dos a Puerto Escondido. Sarah quedó embarazada y ya estaba por nacer su hijo cuando el marido auténtico y asexuado los encontró. Al poeta desesperado lo habían metido en la cárcel acusado de secuestro, y a Sarah la mandaron a Israel después de un divorcio al vapor. Pero el niño ya debía haber nacido y el poeta quería mucho a Sarah. Imagínate, dijo, es la única mujer a la que he desvirgado dos veces... Dos veces... Aquí algunas imágenes de Sarah, de su estatura, su armonía, su ritmo, su impronta, sus vestidos vaporosos, sus mallas de colores, su respiración anhelante, sus grandes ojos soñadores. Radiante. Deslumbrante. Grácil. El poeta desconcertado. Su interlocutor anhelante con las manos llenas de muéganos. Intercambiaron direcciones y el poeta preguntó una vez más si seguía llevándose con Sarah o si todavía conocía a algunos amigos de ella que pudieran decirle adónde encontrarla, pues creía, sentía, sospechaba, esperaba, deseaba que ya estuviera de vuelta en México. ¿Deveras quieres encontrarla? Y poco después el escritor sin libro publicado ¿qué estás escribiendo? Y el poeta ¿y tú novela? Para entonces otros muchachos y muchachas de su edad habían llegado y ya casi era la hora de la función y entramos juntos a la sala de proyección, yo atrás de ellos. A ver Harakiri. ¿Una metáfora?


No hay comentarios.: