por Ignacio Trejo Fuentes
(Primera de dos partes) **
Gustavo Sainz es acaso el mayor “experimentador” de la literatura mexicana (y no desdeño a Sergio Fernández, Fernando del Paso y Salvador Elizondo). Sus novelas son audaces, provocativas. Luego de Gazapo se arriesgó a publicar Obsesivos días circulares, y supuse que había escrito su obra mayor; pero me equivoqué: libros suyos como Paseo en trapecio, Salto de tigre blanco o La novela virtual sobrepasaron la experimentación de Obsesivos…
Creo, sin embargo, que La muchacha que tenía la culpa de todo es lo más innovador de Gustavo. Imagine el lector una novela estructurada con preguntas. Sí: cada línea es una interrogante, lo que provoca perplejidad, mas cuando nos compenetramos entendemos de qué se trata: inferimos de las respuestas de la mujer interrogada y compensamos nuestra ignorancia previa. Una vez, cuando vino a presentar uno de sus libros en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la UNAM, le dije a Gustavo: “¿Por qué no vuelves a escribir novelas ‘agradables’ como La Princesa del Palacio de Hierro o Compadre Lobo, y dejas de mortificarnos, a los lectores, con tanta experimentación?” Dijo: “Sería mejor que los lectores aprendan a leer”.
Aparte de las técnicas narrativas que suele implementar, Gustavo Sainz posee un manejo envidiable de la prosa: canta, adjetiviza de la mejor manera: seduce, provoca. Su manejo del lenguaje es vital, como el de Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán o Fernando del Paso, lo que no es poca cosa. Gustavo teje las palabras de tal modo que pareciera, como los músicos, que utiliza un metrónomo. Dice cosas como esta: “En la profunda oscuridad de la noche su carne virgen palpitaba desnuda”.
Y arriesga con ideas, con reflexiones. Se pregunta —otro ejemplo— si el amor es finito como la vida, si entraña perplejidades distintas al nacimiento de un niño. Y se contesta, y nos contesta.
No entiendo por qué Sainz abusa de las citas, literarias y cinematográficas. De repente, nos cuenta una novela, una película (a la manera de su admirado Manuel Puig) o una anécdota propia. Nos hace (me hace) sentir ignorantes de tantas cosas, y nos fulmina (me fulmina) con su erudición. Pero qué gusto.
Lo anterior es preámbulo para comentar la nueva novela de Gustavo Sainz: El tango del desasosiego (Perplejidad), que contiene las virtudes narrativas del autor. Es, como diría él mismo, un reto para lectores calificados. Espero haberla entendido.
(Segunda y última parte) **
En la nueva novela de Gustavo Sainz, El tango del desasosiego, asistimos al nacimiento de una novela: el profesor de literatura francesa de una universidad estadounidense vive una experiencia amorosa con una joven estudiante (Dominiqueniquenique) e intenta contarla en un ejercicio narrativo. Pero mientras lo hace, una voz (¿la suya?, ¿su conciencia crítica?, ¿un tutor literario?) se inmiscuye y le enmienda la plana a cada paso: al principio duda de las posibilidades del proyecto, del interés de la historia, cuestiona los procedimientos técnicos, mas al final admite que el escritor consiguió su objetivo: una novela en torno a aquel romance, aunque llena de ideas.
En la primera parte de esta reseña dije que me asombra la cantidad de citas literarias, cinematográficas, pictóricas, etcétera, que Sainz suele usar en sus obras, y esta vez no es la excepción, aunque se cuida de dosificarlas cuando es el narrador quien habla, y no se detiene para soltarlas a raudales cuando es la otra voz la que se encarga de narrar. Quiero creer que esta vez ese acopio de erudición sirve para dar vida y realce a lo que en principio es una historia cursi y banal: ¿a quién pueden importarle, más allá de lo natural, los desvelos del profesor y de su novia, luego esposa? Lo interesante está en las intervenciones de quien opina sobre la novela en gestación.
El profesor vive encerrado en sus clases, sus lecturas y sus frecuentes viajes para dar conferencias; Dominique… lo admira, se embelesa y cree amarlo. Sin embargo, en cuanto se casan, comienza el derrumbe: ella se sabe dependiente, no es ella si no está en relación con aquél; empieza a cuestionar su decisión de haberse casado, se hastía, se llena de enfermedades reales o ficticias, duerme con el enemigo y todas las horas de sus días son de zozobra. Dominique… es una enfermedad viviente, hasta que determina ponerle los cuernos a su esposo, con uno de los alumnos-amigos de aquél: sólo entonces recupera algo de confianza, aunque la atenaza un miedo imprecisable. Él, por su parte, ante la abstinencia sexual a que ella lo obliga, se relaciona con otra joven y hermosa estudiante. Y suponemos que ese matrimonio de dos años de duración se irá al carajo, y se reiniciarán otras, nuevas, por separado: la del profesor con la linda estudiante…
Insisto, se trata de una historia de amor y desamor como hay tantas, pero Gustavo sabe muy bien cómo aderezarla, cómo salpimentarla, y lo hace mediante el tejido de ideas, de reflexiones: en medio de esa trama central, desfila un sinfín de informaciones (procedentes de las lecturas del protagonista, esencialmente de los periódicos), a veces un poco crípticas (cuando corren por cuenta de “la otra voz”), mas qué duda cabe que eso es lo que da vida y consistencia a lo contado.
El tango del desasosiego es una historia de amor sólo en apariencia. Leída con cuidado, derrocha consideraciones en torno a asuntos como el deseo, la incomunicación, el miedo al futuro, la dependencia, la soledad… Deja de ser algo light en cuanto la enfermiza y patética protagonista es vista por dentro, con todo y sus demonios.
Técnicamente, la novela no tiene pierde. Y en cuanto el lenguaje, a estas alturas ya sabemos cómo se las arregla Sainz: elegante, preciso, audaz, provocador. Aunque cuidado: hay pasajes en que Sainz no parece Sainz, resuena otra voz, aparece otro “estilo”. No es descuido: el tono y las palabras cambian cuando es Domini-que… quien se apodera de la voz narrativa. El tango del desasosiego (Perplejidad) se suma a la monumental y nunca reciclada obra de este autor que, como he dicho, es quizá (y sin quizá) el mayor experimentador de la literatura mexicana. Y de otras.
Gustavo Sainz, El tango del desasosiego (Perplejidad). Atemporia Narrativa, México, 2008; 221pp.
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** Publicado en la revista Siempre! Nº2884, el 23 de septiembre de 2008
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